Entre la pandemia y la crisis fiscal: la compleja situación de envejecer en Puerto Rico

Victoria Pereira, de 70 años, dice que debe de trabajar para sostenerse económicamente. Desde su botánica La Victoria, en Plaza del Mercado, San Juan, Puerto Rico, Pereira asegura que la pandemia afectó grandemente las ventas de su negocio.

TOA ALTA, Puerto Rico — Todas las mañanas, Carlos Salgado Opio llega a su trabajo una hora antes de que comience su jornada laboral. En sus 73 años de vida no ha perdido la costumbre de llegar temprano a los lugares, más aún a la farmacia de la comunidad para la que trabaja, en Bayamón, desde hace 40 años.

A eso de las 7:00 a.m., Salgado Opio comienza su turno laboral como guardia de seguridad que, con el inicio de la pandemia de la COVID-19, también asumió la tarea de recibir a los clientes con desinfectante de manos y un termómetro en la mano.

Salgado Opio pertenece a la creciente población de personas mayores en Puerto Rico, donde aproximadamente una cuarta parte de la población general son mayores de 60 años, convirtiendo la isla en una de las jurisdicciones más envejecidas de los Estados Unidos. Más de un 40 por ciento de estas personas viven bajo el nivel de pobreza, según la Encuesta de la Comunidad que realizó el Negociado del Censo de los Estados Unidos para el 2017.

Ante esta realidad, cientos de miles de adultos mayores viviendo en una isla sacudida por una crisis fiscal y económica se han visto forzados a continuar trabajando a pesar de su avanzada edad. La Oficina del Procurador de Personas de Edad Avanzada estima que el 11.1 por ciento de la población mayor en Puerto Rico pertenece a la fuerza laboral, incluyendo a personas como Salgado Opio, quien se convirtió en un trabajador esencial durante la pandemia.

Para Salgado Opio, la posibilidad de un contagio es un miedo constante. Después de todo, el jubilado del Negociado de la Policía de Puerto Rico comprende que labora en un lugar de alta exposición.

“No estamos exentos a contagiarnos con cualquier enfermedad porque aquí es donde vienen los enfermos”, aseguró Salgado Opio al señalar que la farmacia se mantuvo abierta, aún en los meses más críticos de propagación del virus, por ser considerada como un servicio esencial.

Un día, su angustia se materializó: comenzó a sentir síntomas leves del coronavirus.

Explicó que, tan pronto recibió la prueba de PCR positiva, se fue para su casa con su esposa, de 60 años, quien también se contagió. Salgado Opio está convencido de que contrajo la enfermedad en la droguería ya que solo iba del trabajo a su casa y de su hogar al trabajo.

“No salía para ningún lado”, abundó.

Luego de estar en recuperación un mes y medio, Salgado Opio regresó al trabajo tan pronto se curó hace varios meses atrás. Para el pensionado, dejar su trabajo nunca ha sido una opción ya que su sueldo representa una ganancia económica adicional además de una subvención de retiro.

La abogada del Sindicato Puertorriqueño de Trabajadores y Trabajadoras, Mariana Iriarte Mastronardo, explicó que las pensiones de los jubilados son inconsistentes con el alto costo de vida en Puerto Rico. Además, muchas personas mayores que han trabajado en el sector privado carecen de sistemas de retiros, causando que los jubilados dependan, solamente, de su pensión del Seguro Social, según la letrada.

 “Uno tiene que planificar para su retiro, por eso es que tú ves tanta gente mayor todavía trabajando. Lo que tienes es el seguro social y el seguro social depende de las aportaciones que tú hiciste. Así que, los trabajadores menos diestros, o sea, que ganan menos, pues lo que reciben es seguro social”, dijo Iriarte Mastronardo.

Por esta y otras razones, Salgado Opio dice que seguirá “trabajando hasta que Dios quiera, hasta que mi cuerpo resista”.

Salgado Opio añadió que su empleo le permite mantenerse activo ya que interactúa con otras personas, a pesar del distanciamiento físico.

Combatiendo la soledad y la pobreza a través del trabajo

La pandemia agravó el sentimiento de soledad en muchas personas mayores, quienes usualmente viven solas, señaló Marlyn Ríos Rodríguez, quien dirige el programa de empleo de servicio comunitario para personas mayores operado por el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos.

Por esta razón, la directora indicó que los participantes de un proyecto dedicado a reintegrar personas mayores de 55 años y de bajos ingresos a la fuerza laboral se encontraban deseosos de continuar en el programa ante la inquietud de un aislamiento total. El proyecto es parte de la labor realizada por la Asociación Americana de Personas Retiradas, conocida por sus siglas en inglés como AARP.

Sin embargo, existen factores de pobreza que impulsan a las personas mayores a seguir laborando. Desde su experiencia, Ríos Rodríguez identificó que la inseguridad alimentaria, la inestabilidad de vivienda, dificultades de acceso a servicios de salud y la necesidad económica son las principales preocupaciones que los obliga a permanecer trabajando.

Aún dentro del contexto de la pandemia, esta población depende de redes de apoyo, como lo es el programa que dirige Ríos Rodríguez, para destacarse en sus áreas laborales, lo que representa un cambio positivo en su salud mental, según la profesional.

Azarael Ortiz Martínez, de 59 años, recoge las pertenecías de su negocio para culminar su jornada laboral en Río Piedras, San Juan, Puerto Rico. Ortiz Martínez tiene un pequeño negocio en la calle donde vende productos de cuidado personal.

“Al tú verlos transicionar a sentirse estables y poder tomar el control de alguna manera de sus vidas es sumamente gratificante”, indicó Ríos Rodríguez.

Asimismo, añadió que les corresponde a las autoridades gubernamentales fomentar los espacios para el desarrollo pleno de esta población dentro de la sociedad. 

Se espera que para el año 2050, el 37.2 por ciento de la población general será de personas mayores de 60 años, según estadísticas del 2017 de la Oficina del Censo de los Estados Unidos.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) comunicó, en un informe del 2019, que el envejecimiento de las poblaciones es un fenómeno global que los gobiernos deben de atender con la fomentación de estilos de vida saludables, sistemas de salud y educación continua sostenibles, y la promoción de empleos de personas mayores en la fuerza laboral.

Envejecer en Puerto Rico es una situación ‘bien complicada’

Durante la pandemia, Hermelinda Cabrera Rivera, quien es profesional de la salud, entendió la precarización laboral en personas pronto a avejentarse, como ella, que se ven obligadas a trabajar.

“Uno no tiene los ingresos que se supone que tenga. Los gastos aumentan y el sueldo se queda igual. El dinero no da. Por más que uno estire el pesito, el dinero a veces no da”, resaltó al contextualizar la situación actual del país.  

Con la llegada del coronavirus, la enfermera de 52 años tuvo que abandonar su trabajo como cuidadora de pacientes en hogares luego de temer por un contagio de la enfermedad hacia ella y su familia. 

“Muchas familias no querían acogerse a las medidas [de prevención] y yo no podía arriesgarme a un hogar donde algún familiar me contagiara con el Covid”, esbozó Cabrera Rivera, quien es madre de una niña de 14 años y también cuida de sus padres. 

Describió que, durante los tres meses que estuvo desempleada, se acumularon las deudas y los gastos económicos, lo que recordó como un momento desesperante y duro. 

Ahora, la profesional de la salud trabaja suministrando vacunas en un centro de salud, con medidas de prevención rigurosas. Sin embargo, Cabrera Rivera es consciente de que para tener una suficiente subvención monetaria del Seguro Social, luego de retirarse, tendrá que trabajar hasta, por lo menos, los 65 años.

En cambio, los salarios bajos, las pocas protecciones y beneficios laborales no solo les afecta a las personas mayores en la fuerza laboral, sino que ha provocado un éxodo masivo de jóvenes en busca de circunstancias de trabajo más dignas en Estados Unidos. 

Roberto Hernández Rodríguez, de 64 años, opera su negocio de frutas y vegetales hace más de 10 años. (Plaza del Mercado, San Juan, Puerto Rico).

“Hay unas profesiones específicas que la gente tiende a irse buscando mejores condiciones laborales. Entonces, de momento, los que se van son las personas jóvenes y si miras las estadísticas, una isla que cada vez va envejeciendo más, tenemos que pensar a largo plazo cuál es la consecuencia de eso”, sostuvo Iriarte Mastronardo.

“El estado está diseñado para que los más jóvenes sostengan a los más viejos y va a llegar el punto en el que si todo el mundo es viejo, y no tendremos jóvenes porque van en busca de mejores oportunidades, pues ¿qué va a pasar con Puerto Rico?”, añadió la abogada. “La situación de hacerse viejo en Puerto Rico es bien complicada”. 

Por su parte, Cabrera Rivera también cuestionó el futuro de las personas mayores en la isla.

“¿Quiénes nos vamos a quedar? Nosotros los viejos pasando miles de necesidades”, insistió la enfermera. “Hay que hacer ajustes y los viejos somos los que vamos a pagar”.

Para imaginar un Puerto Rico diferente, en el que se proteja la dignidad de los trabajadores ancianos, es importante incentivar el desarrollo económico y crear oportunidades que diversifiquen la fuerza laboral del país a largo plazo, indicó Iriarte Mastronardo.

“No podemos tener ganancias a costa de una vida poco digna para quienes son la fuerza laboral”, concluyó la abogada. “Es fundamental organizarnos para, entre todos y todas, construir el Puerto Rico que queremos”.

Danelys Estévez-Dávila is a senior at the Universidad de Puerto Rico, Rio Piedras, where she has studied journalism, French and gender issues while serving as an editor for el Pulso Estudiantil. She works as a volunteer at her local radio station and has begun to produce her own podcast. Reach her at danelys.estevezd [at] gmail [dot] com and on Twitter @estevezdavila.

+ posts

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *